A mis casi 46 años, habiendo hecho cosas de las que no me siento para nada orgulloso, habiendo cometido errores, habiendo hecho daño, siempre sin mala intención. A mis casi 46 años, habiendo hecho cosas de las que me siento tremendamente orgulloso, creciendo dentro del escalafón social, poniendo en la balanza de la paz interior -el hecho de que sé que he dado lo mejor de mi. Lo anterior y todo que observo y aprendo, todo lo que leo, mis aciertos y también mis tropiezos, lo que con esfuerzo obtengo, las relaciones que he construido y preservado, como aquellas que he dejado en el pasado, con todo esto y más, comienzo a volverme un poco más reflexivo.

La filosofía de la dualidad lo dice, son los contrastes de la vida quienes nos conducen al crecimiento, el equilibrio y la armonía.

Hoy me detengo en un pensamiento, nada que no haya dicho Dante en su Divina Comedia, o que la filosofía China no haya mencionado en su famoso yin y el yang.

En mi experiencia me vuelco a la convicción de que hay sólo dos tipos de personas, dos tipos de personas que entre sí logran el equilibrio, pero que en un análisis robusto y masivo, se presenta un desnivel que con suerte logra una relación 1 es 10.

Por un lado están las personas que estan buscando, trabajando y que además son agradecidas, representadas por el uno en la paridad antes mencionada; y por otro lado encontramos a las que estan esperando, que responsabilizan a otros de su existencia, las que se quejan constantemente de su mala fortuna, este grupo es el 9 de la paridad.

No pretendo juzgar ni menos explicar o argumentar de porque el mundo está como está, sin embargo, me insto para que esta reflexión me de luz -cuando este en medio de la oscuridad- para elegir siempre de que lado quiero estar.