“En mis ojos yace la luz de la vida; el camino está iluminado, preparado para aquellos que deseen encontrarse consigo mismo una y otra vez”. Revelaciones Parte III – Yo soy Él.
La sangre se impregna en los harapos de seda, mezcla de sudor y tierra. Silencio, clamor y miedo, pasajes forzados entre la luz y el vacío. La sangre se impregna en los harapos de seda, caminos desconocidos, ya no hay conciencia.
Las puertas son sombras envueltas en llamas, el hedor que emana de entre las ruinas es una señal de que los cuerpos sufren el asedio del fuego. Desesperación, angustia, bramidos y también silencio, revelan a cada nuevo visitante que las declaraciones terrenales eran severas pero extremadamente ciertas. Fue la fortuna o desdicha de Dante, paradoja entre salmos y aciagos para revelar lo que es el infierno.
No hay cielo sino antes infierno, no hay luz sino antes oscuridad.
No hay anhelos, ni buenas intenciones, paraje obligado donde se deben expiar o petrificar los pecados, lo primero os acerca a la gloria, lo segundo os condena en vida eterna a una prisión de llamas, a la miseria del recuerdo sufrido, al castigo severo del caído.
Almas desesperadas atrapadas en un pantano de faltas, el dolor provocado les ata y les impide seguir las sendas en llamas, imperantes son las sombras, penetrantes las llamas. El tiempo es violento y apremia tal como lo hiciera en la vida moderna, hay prisa y reglas difíciles que descifrar, las puertas del cielo se alejan y se vuelven cada más estrechas.
No hay cielo sino antes infierno, no hay alivio sino antes sufrimiento.
El perdón no reposa en la simplicidad de reconocer las culpas, es más bien el arrepentimiento lo que representa el inicio de un ritual conducente al verbo, el perdón es un acto de amor pero en esencia y consecuencia la valía de padecer el sufrimiento ocasionado, como tal es un acto de reciprocidad y ante todo de humildad, de padecer de manera abierta y voluntaria el dolor causado. El azote tormentoso es un camino oscuro que se debe cruzar de manera inminente. Los pasajes del infierno revelan de manera incesante cada uno de las faltas ocasionadas, es un calvario funesto, es la manifestación pura del sufrimiento, un castigo eterno para quienes no sepan encontrar el perdón del Padre, el perdón de su propia alma pues ahí mismo se encuentra el paraíso. El infierno puede ser un instante como puede ser una eternidad.
No hay cielo sino antes infierno, el cielo yace dentro de cada alma, de las almas perdidas y de las almas que triunfaron en vida. No hay cielo sino antes infierno.
El paraíso paraje infinito de luz y colores, la cita prometida ante el Padre, el Creador, el Gran Arquitecto, ante Dios.
Laberinto infinito se oculta en vuestra alma, es el paso entre el infierno y en la divinidad y el cielo. Almas oscuras, almas sinceras, almas de luz, almas de sombras, una vez que os separeis del cuerpo: “Para llegar al cielo hay que atravesar por el infierno“
Revelaciones Parte VII – Para llegar al cielo hay que atravesar por el infierno