Dicen que la demencia es la peor enfermedad que puede padecer el hombre, trastornos de la conducta, alucinaciones, depresión, bipolaridad, alzheimer entre otros.
Del latín «dementis» (de: alejado, mentis: mente), alejado de la mente. Es la definición que me encuentro en el popular sitio web -wikipedia-, y con gran sorpresa esta no puede ser más interesante por las oportunidades trascendentes que entrega, en definitiva y sí lo analizamos con detención, entusiasmo y con un sentido más bien esencial y emocional se transforma en una invitación a que seamos seres total y completamente «dementes».
Los argumentos científicos son válidos y confiables pero el contexto que deseo aportar es el que nos llevará hacia una liberación más bien personal y meramente espiritual.
Los argumentos científicos son válidos y confiables pero el contexto que deseo aportar es el que nos llevará hacia una liberación más bien personal y meramente espiritual.
De manera espontánea se me eriza la piel, me embriago en emoción, me torno un poco ansioso pues anhelo con toda el alma el despojarme de la razón y ser un «demente», deseo que cada acontecimiento, cada decisión que tome, cada relación amorosa, la amistad que me rodea, todo sea apreciado desde una perspectiva de total demencia. Que ganas de gritar a viva voz que me vuelto un demente, que por fin me liberé de la mezquina razón, que por fin he cortado las cadenas del razonamiento lógico, que a contar de hoy soy libre y que me atrevo a ser un demente. Si la locura es un castigo en la vida terrenal -pues anhelo padecerla, me ofrezco a vivir abrazado a ese para muchos -infierno.
Ser un demente es vivir en consonancia con la naturaleza, es ser un ferviente hijo de las montañas, es ser un esforzado servidor de la tierra, es ser un devoto admirador del mar, es ser un fiel compañero de los animales, es ser un eterno enamorado. Ser un demente es usar los sentidos con la finalidad de amar, de servir, de ayudar, con la infinita oportunidad de ser felices, de disfrutar los hermosos paisajes de la vida. Ser un demente es vivir de acuerdo a los trazados que nos enseñan el corazón y las buenas intenciones. ¿Entonces qué mas podría pedirle a la vida?.
De esto podría interpretarse que deseo perder el sano juicio, ser un desquiciado, un sicópata o que añoro que la edad me robe los recuerdos y padezca del tan temido alzheimer. ¡Por favor, es todo lo contrario! o acaso la rutina de la cual somos esclavos, no nos ha vuelto seres extraños, seres obsesivos, enfermos de tanto anhelar bienes materiales, no nos ha hecho olvidarnos de lo que es realmente importante en la vida, acaso no nos sentimos vacíos y depresivos a pesar de tener los bolsillos llenos. Erróneamente llamamos fortuna a las grandes sumas de dinero, pero estamos tan enfermos que no tenemos tiempo para darle un buen uso y terminamos malgastándolo, votándolo a la basura, levantando barreras para alejarnos aún más de aquellos que no han tenido la misma «suerte».

Aún juego, río y sueño como si nunca déjase de ser un niño, es que más que niño soy un «demente».
Ser un demente es ser un afortunado
JojorGe