El adios de Ozzy Osbourne

El conocido como príncipe de las tinieblas ha anunciado que si bien seguirá activo, no hará más giras mundiales y solo estará presente en algunos festivales en Estados Unidos y Europa.  Si bien el maestro del espectáculo metalero podría incluso volver a meterse al estudio, lo más probable es que en Chile y Sudamerica no podamos volver a verlo en vivo.

Sin embargo, en un mundo paralelo muy cercano, el «Tour de despedida» comienza a ser un discurso un tanto trillado y del cual han abusado varias bandas clásicas de la escena rock, incluyendo a Black Sabbath quien tras anunciar su retiro sumará al mismo Ozzy Osbourne como miembro original para girar en despedida.  Podemos culpar al de siempre, al manager que sólo busca rentabilizar las giras.  La amenaza de una despedida es un «match point» a la hora de llenar los estadios y recintos donde se presentan estas bandas, tal ha sido el caso de Scorpions que incluso llegó a repetir la gira del adios debido a su éxito.  Meses más tarde se metieron al estudio y volvieron a grabar.  El disco, el discazo que sacaron es cuento aparte.

Pero vamos al punto, Ozzy anunció que dejará de hacer giras y ante magno aviso, el tour no podía ser menos y tuvimos la suerte de verlo junto al brillante Zack Wilde, quien es para muchos el guitarrista de la mejor época de Ozzy, al menos comercialmente hablando.  No olvidemos que de manos de Zack se grabó el disco No More Tears. Pedazo de disco, mi disco favorito de Ozzy y unos de mis favoritos del metal.

Martes 8 de mayo, el movistar Arena estaba repleto, creo que solo podían entrar unas decenas más en el sector sur poniente de la cancha, lugar que estaba bloqueado por la muchedumbre que atestaba el único acceso a la pista principal.  Estimo cerca de 8.000 personas.

Ubicado en la platea alta, sentado, esperando tranquilo, con buena vista y recordando los años en que me metía a la cancha a vacilar en cada recital, hoy no me da para tanto, y me excuso en que prefiero las ubicaciones que me permitan ver y disfrutar de un show.

Se apagan las luces y un bombazo de entrada, comienza a sonar Bark at the Moon, en medio de la oscuridad aparece Ozzy con una chaqueta larga al más estilo drácula, salvo que en esta ocasión de color morado brillante.  El arena estalla, todos cantan y los headbunger’s se apoderan de la cancha.  Continua con Mr. Crowley y queda claro que tendremos una noche potente y sin descanso, no hay tregua con la próxima canción, se trata de I Don’t Know un temazo de la época de Randy Rhoads.  Está última canción me genera mucha nostalgia porque fue uno de los temas que más tributamos en Hijos de la Cebada, una de las bandas que tuve y en la que cantaba, o sea, cuando me creía Ozzy xD.

La fiesta no se detiene y trae consigo harto de lo clásico, suena Faries Wear Boots de Black Sabbath, los más nostálgicos de la época se la cantan toda, los demás escuchan y es que hay cierta división entre las épocas de Sabbath, deberíamos suponer que los presentes tienen preferencia al vocalista que tienen enfrente, sin embargo, si de Black Sabbath se trata hay un grupo importante que no sólo prefiere sino que venera los discos con Ronnie Jame Dio.

Zack Wilde se impone de manera perfecta y fiel a su estilo, a su sonido, a ese armónico en la guitarra que hace que lo puedas reconocer aunque interprete cualquier canción.  Suicide Solution, No more Tears y los más rockeros entre quebrados y emocionados parecen estallar, viene Road to Nowhere con ese arpegio y un sonido con la sutil distorsión que Zack no logra a través del efecto de su pedalera sino que a través del touch de su mano derecha.  Dios tocando guitarra.

Otro clásico de los Sabbath, War Pigs es la canción que nos marcó como generación, es la canción que todo guitarrista tocó o intentó tocar alguna vez, en el contexto, un riff tan chacreado como Smoke on the Water de Deep Purple. 

De pronto las luces se centran en el guitarrista, baja del escenario y se acerca lo que más puede al público, de una nota puente comenzó a tocar un solo, fue brutal, fue un paseo entre 4 tracks fenomenales, entre ellos, y aunque todos deseamos que fuera tocado de manera íntegra incluía Perry Mason.  Zack Wilde debe ser uno de los más talentosos de la época y lo que es más importante, deja un registro único en cada interpretación, algo que personalmente considero que lo hace auténtico y único.

Lo que vino a continuación fue el espacio propio del hombre de los tarros, aunque pese a su empeño y talento, no hace ni sombra a lo visto en los minutos previos.

La historia del último show continúa, Flying High Again y el público hace honor a la canción, Shot in the Dark, I Don’t Want to Change the World, Crazy Train este último es uno de los tracks esperados por la gallada, se nota y se siente como se canta a todo pulmón.  Ozzy comienza a anunciar el adiós del escenario nacional, por suerte es breve y los roddies hacen ingreso al escenario con una guitarra acústica posada sobre un atril, Zack vuelve a pisar el campo de batalla y comienza a sonar el intro de una de las canciones más emotivas del heavy metal, Mama I’m Coming Home y me la juego al decir que la mayoría de los presentes se emocionó, influenciado además por el feeling del solo de guitarra, es un momento para volar y dejarse llevar, termina la canción y Ozzy grita ¡una última canción! se trata de un temazo, es Paranoid, el ultra-mega-archi clásico de Black Sabbath…

He tenido la suerte de ver 4 veces a Ozzy Osbourne en vivo, incluido este show y la verdad es que sigue siendo genial y potente, un viejo lleno de onda y fuerza, parece un enfermo loco, desquisiado…parece a OZZY.

 

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