Ahí en el cerro, entre los senderos donde suelo correr con mi bicicleta, en ese bosque que alberga mi alma y ve como se desprenden mis miedos, en medio del todo, de lo hermoso, de lo simple. Ahí en el cerro, en medio del paisaje estabas Tú, dí vueltas a tu alrededor, me acerqué y como en un juego: te besé.
Me besaste.
Alejé la bicicleta, te abracé, nos besamos, deseo y amor en un instante, la vida cobro sentido, ya no jugaba, era un hombre enamorado. El sabor de tus labios y de tu piel, fueron el paraíso que antes jamás conocí. Tu voz susurrándome declaraciones de amor me llenaron el alma, no me faltó nada, eras mi plenitud.
Una vida juntos dibuje mientras me besabas, nuestras raíces floreciendo y brillando frente al sol.
Un abrazo eterno para sanar nuestras heridas, una mirada sincera para recuperar el tiempo perdido, una sonrisa luminosa para adornar nuestros días, un beso apasionado para alimentar nuestro corazón.
El amor existe, las cosquillas, las mariposas en el vientre, las nubes de espuma, los ángeles realmente cantan, en cada nuevo beso que nos dimos se encendió el cielo. Las maravillas de la vida son puro romanticismo y se esconden entre tus labios.
Este sueño me ha despertado, me ha regalado momentos de gloria y amor verdadero. Este sueño eres tú, es real, está en mi mente y se aferra a mi corazón.
Me horroriza el tiempo, me aterra pensar que tu presencia se diluya como un recuerdo más, como la fugaz fortuna de recordar un buen sueño.
«Cuando con la mirada te perdí en el horizonte, mi corazón te encontró entre mis sueños»
JojorGe
«De la tierra de los cristianos»