Un par de tequilas, una película y un coctel sobre la alfombra eran los ingredientes perfectos para combinar la tranquilidad de una noche sabatina, una noche alejada del ruido y del mundo.
Los efectos de una noche perfecta los abrazaba e invitaba a contemplarse calmadamente – y vaya que lo hacían – las estrellas se acercaban hasta observarlos de cerca, la oscuridad reposaba ante el deleite de verles juntos y en paz. Jugaban a ser chef, jugaban a olvidar sus divisiones y a olvidar sus temores, lo hacían y se divertían, reían, a veces lloraban, conversaban sin importar el motivo. Mientras se abrazaban, miraban y besaban, aceitunas ácidas, sal y tequila maridaban en sus paladares.
El film avanzaba, imágenes y sub-títulos vagaban sin sentido ni objetivo, los besos se habían ganado el protagonismo, los besos habían convertido a esa noche de sábado en una noche especial.
Un par de tequilas, una película, la misma pasión de siempre, el mismo deseo presente. 2AM ya siendo domingo, el ventanal entre abierto daba espacio para que una brisa fresca les rozará el rostro, el viento se llevaba consigo cualquier intento de separación que había atestado el pensamiento durante la semana; se peleaban constantemente, necios, tercos y absolutos, se alejaban y olvidaban de su magia.
Hoy siendo ajeno y más maduro he logrado comprender que nunca hubo razones para albergar distancias, hoy que ya es tarde no les puedo hablar, ni menos aconsejar, y para ser sincero prefiero que no perciban mi voz, prefiero que no sepan que esta noche invoque sus nombres, hoy se los ha llevado el tiempo, saciados de ira, cargados de miedo, lejos de sí, lejos de mi.
Un par de tequilas, una película…en honor por mis amigos que yacen dormidos uno junto al otro, bajo el lodo, bajo el olvido de aquel sentimiento que un día fue amor.
Un par de tequilas, una película…en honor por mis amigos que yacen dormidos uno junto al otro, bajo el lodo, bajo el olvido de aquel sentimiento que un día fue amor.