¿Quién decide?

Las decisiones suelen tomarse en base a los antecedentes que se tienen a disposición, la historia es un precedente crítico que agrupa los paradigmas que esta ha ido forjando a través del tiempo, en las etapas de la vida y luego transmitido generación tras generación, al interior de los hombres bajo el alero celoso de lo que conoce como «razón».

Alguien podría preguntarse por la fe.  La fe es un don no transmisible, es una convicción que va más allá de la razón que no tiene espacio en los libros y que ha permanecido encendida dado que es la fiel representación o punto de partida de lo que también conocemos como esperanzas.

¿Quién decide? Es un cuestionamiento que la sociedad y sus representantes se hacen por estos días respecto al aborto terapéutico, aunque este es sólo uno de los avances que la ciencia ha intentado introducir en nuestra realidad terrenal, hay que sumar la eutanasia, la clonación y las células madres entre otros estudios que sin duda desconozco.
En el aborto terapéutico, es la madre o es el feto, las circunstancias apremian y no pueden salvarse ambos, tampoco debiesen abandonarnos ambos, por tanto, hay que decidir en razón a la protección a la vida, bajo el alero de una constitución política que defiende los derechos fundamentales de todos los nacidos bajo un territorio, bajo una creencia heredada, y que hoy con soberbia hemos negado e incluso hemos lanzado al olvido consciente, claro! salvo que en ocasiones de hostilidad se hace necesario invocar a nuestro ser supremo y es ahí cuando frotamos con angustia y desesperación la botella que guarda a nuestro genio, a nuestro protector, a nuestro creador para implorarle que se cumplan nuestras necesidades.
¿Quién decide?: entonces se lo dejamos a Dios, a Jehová, al Buda, al científico, al médico, a la madre o bien al padre de esta, o tal vez al padre del feto, o quizás al representante legal, a los grupos de protección a la vida, o dado que no hay acuerdo citamos a un plebiscito nacional.
Son muchos quienes opinamos e intentamos influir en esta chance que se juega la vida o la muerte de un hijo de esta tierra, de un hijo del tiempo, de un enviado de las estrellas.
¿Quién decide? Es un alboroto de dogmas, es un alboroto religioso y científico, que tan sólo pretende intervenir las riveras de un río que por naturaleza ya determinó su caudal, no es el destino, es el libro escrito con lápiz grafito y en que la medida que transcurre en el tiempo se convierte en la tinta que siembra el pasado y nos deja un recuerdo.
Los mensajes de la vida en esencia vienen desde diferentes frentes, no nos ha pedido la opinión y menos nuestra intervención, sólo nos pide incansablemente -casi a gritos- que valoremos cada instante, que amemos a nuestra familia, a nuestros amigos, que respetemos y mostremos nobleza frente al enemigo.  
Detengámonos un momento, respiremos aire puro, aire propio y llenemos de libertad nuestros corazones, recordemos los grandes instantes y seamos orgullosos ante nosotros mismos pero tremendamente humildes ante el amigo y el enemigo, ante la tierra y el mar, ante la vida y su voluntad.
Hemos sido testigos de innumerables avances tecnológicos, algo que personalmente me fascina y que me abre una enorme ventana de fantasías, sumado a mi constante interés por mejorar ciertos aspectos de como se materializan las cosas, se me viene a la mente una que otra mejora para ese nuevo dispositivo que luego de un par de semanas se transforma en un cachureo obsoleto.  ¿Quién decide?, en este campo, lo hago yo, lo haces tú, lo hace el arquitecto, el diseñador, tal vez el cura, no importa, ya que es tan sólo un juguete, no hay cambios trascendentales que alteren el rumbo de la vida.
Aplaudo los avances de la bio-ciencia aunque sus esfuerzos deben ir en la prevención y no directamente a la intervención, evitemos el cáncer, luchemos contra el VIH, hagamos cirugías menos invasivas con rayos láser, pero debemos entender cuando acaba la batalla, cuando debemos rendirnos y aceptar que la historia estaba escrita y las opciones de revertirlas escapan de nuestras herramientas y de nuestro deseo.
A través de estas líneas deseo tallar una verdad, primero que todo en mi corazón débil e inquieto, necesito fortalecerlo e idealmente convencerlo de lo que escribo, algo que afortunadamente sucede en la medida que voy pensando y transcribiendo este post, esta idea, este hasta ahora oculto sentir.  Deseo dejar evidencia de que tengo miedo de perder el miedo, tengo pánico de que los hombres creamos que todo lo podemos intervenir sin importar el motivo, de que los hombres lleguemos a considerarnos a la par de nuestro creador, de que los hombres consideremos necesario decidir más allá de nuestras trivialidades efímeras.
¿Quién decide? Mi voz se hará sonar con convicción y ecos enormes, quien decide es la vida misma, la vida nos da, la vida nos quita, hoy nos invita a vivir y mañana quien sabe, tal vez nos invite a morir para desde allí entender realmente, «Quien decide».

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