La navidad es el regalo, regalo que nos pertenece a todos, no hay quien se exima, no hay quien se la merezca más que otro, no hay quien la puede evadir, porque en su esencia se nutren las esperanzas de un mundo mejor, de que algún día seremos mejores personas, de que los valores aún permanecen entre nosotros aunque parezcan algo olvidados.
La navidad es el regalo, pero su contenido no está siempre a la vista y por ende debemos estar llanos a encontrarlo y recibirlo, debemos estar dispuestos a detenernos a observar la luz del universo y contemplar la magia de aquella noche consagrada como la noche buena. Probablemente esto implique un gran esfuerzo interior, pero separemos el contenido un momento: la navidad es un momento de humildad, es un momento en que los hombres estamos invitados a reflexionar más allá de cualquier credo, más allá de lo bien que lo hayamos hecho durante el ya agonizante año, la navidad es una fiesta que honra las buenas intenciones, los gestos de bondad que sin duda todo habitante de este mundo debe provocar aunque sea en un lugar oculto de cada corazón.
Quisiera que todas las noches lo fueran, quisiera ver la misma atmósfera que se vive en los días previos, aunque también quisiera eliminar el exceso malentendido que ello provoca, quisiera ver más personas ayudando a los más necesitados, en vez de ver personas necesitando bienes materiales y poco valor afectivo, quisiera ver más personas que llenan sus carros del supermercado para compartirlos con quienes no tienen un plato sabroso para saborear en aquella bendita noche, quisiera traer un instante a tanto ser querido que ha abandonado este mundo y poder reecontrarnos un momento, quisiera sentarme frente al arbolito y poder reflexionar serenamente, quisiera agradecer por las cosas que me han pasado en el año, poder abrazar a mi hijo, a mis padres, a mi familia. Quisiera que todas las noches fueran noche buena y disfrutar en silencio la música que mi viejo selecciona para esperar la llegada de las 12. Quisiera que todas las noches fueran iguales y no tener que irme a la cama agotado como todas las noches, sino que esperar a quien sabe quien pero hacerlo con esperanzas, esperando ver las sonrisa de los niños, la sonrisa de los adultos que sonreímos de ver felices a nuestros niños.
La navidad es el regalo, es la fiesta de nuestros corazones, es el obsequio al esfuerzo realizado durante 365 días, días que muchas veces fueron interminables, o noches en las cuales no se pudo conciliar un sueño perfecto.
La navidad es el regalo, pero a pesar de ello tengo ganas de hacer un par de obsequios, quiero darles un regalo a mis padres porque si bien es un gesto, merecen mi agradecimiento, mi amor y respeto y ¿por qué no? terminando con un presente material. Quiero darle su regalo a mi hijo, aunque este no haya sido su mejor año, aunque haya reprobado en el colegio, nada le quita que no haya navidad también para él, y quizás con mayor razón porque también sé que ha sido un año difícil, está creciendo, su cuerpo ya no es el mismo y hay cosas que no logra comprender y que lo confunden enormemente, ha tenido que enfrentar problemas domésticos, la vida con su madre y su padrastro y la constante distancia física que hay entre el y yo. Quien soy yo para arrebatarle la magia, las esperanzas, quien soy yo para negarle su obsequio. Quiero hacerle un presente a mi mujer, aunque hayamos acordado no hacernos regalos.
Quisiera que todas las noches fueran noche buena, porque esa noche abrazaré a todos mis amores, a mis padres, a mi hijo, a mi mujer, a mis hermanas, mis cuñados, mis sobrinos.
La navidad es el regalo, un regalo que perdura tan sólo una noche pero que nos llena de magia y alegrías, que nos trae de regreso a un momento más cercano, más familiar, más sencillo.
La navidad es el regalo y estamos todos invitados a abrirlo, ese regalo que permanece vivo en nuestros corazones y que nos mantiene aferrados a un sentimiento y a una ilusión.