Gran Fondo del Fin del Mundo

Este 2019 se llevó a cabo la tercera edición de este gran fondo, si bien es la segunda vez que me animaba a participar, fue mi debut dado que a una semana de la versión del año 2017 sufrí un accidente entrenando y producto de las lesiones me quedé sin poder asistir.

Inscrito hacía varios meses y con un deficit de entrenamiento a la vista, tanto en condición física y peso, era una carrera que había que enfrentar con la mayor dignidad posible.  Se trata de esos «Gran Fondos» en los que te sientes un verdadero pro, metido en el pelotón, trabajando en grupeta y dosificando esfuerzos de manera estratégica.  Para un aficionado como yo, que ve tras una pantalla las grandes como del Giro de Italia y el Tour de Francia, estas largadas implican ser de verdad por un día, por unas extenuantes 6 o 7 horas en mi caso.

El día previo nos trasladamos con mi esposa a la región del Maule y nos hospedamos a tan sólo 2 kilómetros de la partida.

Sábado 19 de Octubre, 6:00 AM.  Suena la alarma, ducha rápida, apenas algo para comer y vamos, retirar el kit y a encajonarse. Mi bella esposa alentándome con la misma magia de siempre, un apoyo que viene desde la casa, de esos sueños compartidos, desde los miedos que nos abrazan, desde los desafíos que no hacen invencibles.  Intento concentrarme, rezo unas oraciones, pido para terminar intacto, sólo cansado.  Ahí esta mi mujer, la veo apuntadome con su celular, tomando montones de fotos, al igual que a mis amigos metidos entre los 600 corredores.  Sube las fotos a sus redes sociales, nos etiqueta.  Me encanta.

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Lulein y su amiga «quema ruedas» en la partida.

La carrera comenzó puntualmente a las 08:00 AM, metido en el pelotón fui entrando en calor poco a poco, el grupo comenzó rápido, había que mantenerse inserto, trabajando de acuerdo a plan visto con Cristobal Silva, mi entrenador.  Las cosas parecen marchar bien, buenas sensaciones, buen pulso, las piernas impecables, solido wattaje (al menos para mi) después de una hora.

Algunos frenazos sorpresa nos dejaban a todos un poco nerviosos en el pelotón, hasta que en el kilómetro 55, un frenazo en seco me sacó del grupo, me fui a piso promediando 40km/hr.  Afortunadamente no hubo más caídos; me puse de pie, revise la bicicleta, me sacudí y viendo que eran sólo rasguños y un dolor manejable decidí seguir.

Un poco asustado logré meterme en un grupo de perseguidores, con los sentidos más que dispuestos en alerta para evitar una nueva caída.  El dolor en la cadera hacía que me esforzará mucho para mantenerme en el pelotón, hasta que luego de unos 45 minutos los tuve que soltar.  Mantuve mi ritmo dejando pasar varias grupetas más pequeñas y dispersas.  Bajé el ritmo y comencé a dudar si lograría terminar la carrera, pues aun quedaban unos 60 o 70 kilómetros y unos 1.300 metros de altimetría por escalar.

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El gran debate: seguir o abandonar

Aquí la batalla ya no era tan física, sino que mental, tuve fuertes intenciones de abortar, disputa interna que duró al menos una o 2 horas.

Sin embargo, pensé en las razones que me tenían luchando, en el esfuerzo y en la dedicación de mi esposa por acompañarme, en que de seguro ella quería verme en la meta.  Fue ahí cuando dije, esa medalla le pertenece y decidí ir a buscarla.

El paisaje maravilloso, a ratos con mis pensamientos perdidos y la concentración nula en la carrera, pedaleaba por inercia, contemplando la belleza, el lago Colbún y el camino de montaña, ya a lo lejos la cumbre del Volcán Campanario ubicado en Argentina, límite con Chile.

La meta a 153 kilómetros de la partida, en el Paso Pehuenche, frontera con Argentina.  Nuevamente mi partner me espera en la meta, me abraza, me felicita, le agradezco hasta el infinito, ahí en la montaña un poco mas cerca del cielo.

No puedo dejar de mencionar a los amigos con los que tuve el honor de pedalear a ratos, a la Lulein, a Jaime (ambos con podio, unos secos), Roberto, Rodrigo Basti, Nestor, al Feña y Pablo con quienes hice los últimos kilómetros del recorrido.

Sin duda el Gran Fondo del Fin del Mundo ha sido la carrera ciclista mas dura de mi vida, y por ello, y porque a los ciclistas nos gusta sufrir, volveré.

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Misión cumplida

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