Siempre he aceptado la idea de que creer en Dios es una cuestión de fe ciega. De hecho, me gusta mucho esa idea. Me gusta la idea de que, aunque no podamos ver a Dios, puedo firmemente creer en Su existencia y en Su papel en mi vida. No voy a discutir con la gente que no tiene esa fe. No voy a debatir, y realmente tampoco me importa lo que los demás crean. Me gusta esa idea porque refuerza en mí la importancia y el poder de la fe. Igual que creer en Dios, creer en la habilidad para hacer cosas extraordinarias es una cuestión de fe, al menos, inicialmente. Y me gusta como la fe ha influido en mi forma de tratar a mi esposa, familia, amigos y la gente con la que hago negocios. Me gusta la forma en la que la fe me ha ayudado a creer en mis habilidades. Me gusta la forma que la fe ha influido en los logros de la gente con la que trabajo.
Del libro: Como piensan los campeones (En el deporte y en la vida) – Dr. Bob Rotella